sábado, 5 de junio de 2010

erre cu










erre cu y yo a punto de llegar a Juneau, alaska





erre cu... era la onomatopeya que usaban los amigos de nuestra casa y de nuestra generación, para referirse a rafael quijano narezo... mi padre.

Así, con el sondio de sus iniciales... como erre cu... lo bautizó fedro guillén, entonces alumno de ciencias de la unam, joven inteligente... lo suficiente para ser también bastante cómico —en su calidad de chilango puro se autoatribuía, regularmente, el papel del chirigotero— amigo fraternal de la familia... estimado por el mismo erre cu y por todos nosotros.

En nuestro último encuentro, hace un par de meses —después de largo tiempo de no saber de su paradero y suerte— la plática inevitable fue sobre "mi jefe" y sobre el suyo. Otro caballero, un señor completo con el que tuve la dicha de convivir una sola ocasión en los billares de la avenida cuauhtémoc, en el distrito federal. Don fedro guillén padre, fue para mi una de esas personas que no pasa inadvertida, sin dejar huella, que recuerdas con nitidez por más efímero que haya sido el encuentro. Sereno el viejo, hecho, realizado, muy culto. Su muerte, seguramente prematura para un tipo como él, ociurrió tan a su estilo, que nos dolió menos.

Algo tenía en común don fedreo y erre cu, quizá además de su generación y de su perfil clasemediero, de haber progresado hasta llevar una vida "holgada" en los tiempos del milagro mexicano que ambos vieron declinar, tenían una personalidad similar en la que les "iba bien" el papel de padres.

Erre cu fue generoso, un tipazo en el trato a los demás y en especial a los suyos —los de la familia y los de la fraternidad ampliada—. Ni una sóla maldición delante de sus hijos. Hasta que en un día, un "mal día", se le atravesó un "pendejo" y le gritó a todo pulmón el calificativo. Se apenó. Me pidió disculpas. Descubrí entonces que sí decía maldiciones; pero aceptó que me agradó la sensación de trato diferenciado y de respeto a su hijo al que no le va, por cierto, el ser tan malhablado.

A mi jefe, se le acercaban —como al viejón manuel monteil— para plantearle ideas, proyecto, necesidades... seguros de que "jalaría", primos, amigos, sus cuñados, parientes, everybody.

En momentos difícles y decisivos siempre estaba firme.

Una ocasión me platicó —no siempre lo hacía— sobre un negocio en el que ganaría un mundo de dólares; todo dependía de que un grupo de inversionistas japoneses no "ejercieran" una opción de compa a su favor por un inmueble. En su relativa serenidad, me comentó que al día siguiente se definiría, me dijo la cantidad en juego y yo sólo pude decirle que en su situación, yo no dormiría. Me contestó que a él, eso nunca le quitaría el sueño.

El día que lo conoció, mi amiga catalina, me dijo: ¡qué señor!. Acepté que tenía razón.

Ya muy cerca de su muerte, mi madre me contó que en una suerte de balance sobre su vida, erre cu le decía que estab satisfecho, que estaba contento con su familia, con sus hijos, con lo construido, con lo que nos había dado e inculcado.

Todos los quijanos fernández, desperdigados buscando nuestra realización en diferentes regiones, hablabamos con él por télefono semanlamente, después del tradicional desayuno dominical en mi casa familiar... casi casi por orden de mayor a menor... marcábamos a jardín 5 para no decirnos gran cosa, nada que feura más allá del clima o de otras insignificancias. Lo hacíamos para escucharnos. En mi caso —era el único— que hablaba con él de política y obvio siempre con puntos de vista absolutamente divergentes. El rebelde creía ser yo, por supuesto. Sin embargo al tiempo, ahora parezco más próximo a al sentido de sus críticas.

Erre cu... la frase de la película que te va... es donde se había agotado el tiempo de la vida, y el personaje le pregunta a la muerte:

—should I be afraid?

la respuesta que le dan es...

—not a man like you.

de poder despedirnos de nuevo, hijos e hijas en el día del padre segurametne le diríamos: no regrets... erre cu.

No hay comentarios: