miércoles, 7 de octubre de 2009

Choque de trenes, la europa social

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La idea de gobiernos supranacionales reaparece con dificultades, pero avanzando, en el escenario político de la región más desarrolada del mundo.

En este sentido, llama la atención la Declaración del Club de Madrid del 26 de marzo de este año, en la que se cuestiona que "la gobernanza global, no pueda basarse en mecanismos informales" (como el G20) y propone su institucionalización. La conclusión --después de la crisis-- es que la construcción de un mejor orden global requiere "instituciones mundiales", su idea concreta es empezar con un Consejo Económico Global, dependeinte de la ONU.


Por su parte, de 2007 a la fecha en la Unión Europea se ha tratado de resolver el dilema entre consolidar la unidad en nuevas instituciones supranacionales, que imponen a los estados nuevas fórmulas gubernamentales, reglas económicas comunes y patrones culturales; o ir por una senda contraria para permitir que cada uno enfrente sus problemas con alternativas propias; es decir conservando las competencias y las capacidades para que los estados nacionales respondan a sus retos comunes.

Un buen ejemplo es la postura de la UE con respecto al déficit fiscal “permitido” o “aconsejable” para todos sus socios. Debido a la crisis, 20 de los 27 integrantes han sobrepasado el 3 por ciento establecido y se buscan los mecanismos para sancionarlos, así como proponer las estrategias para que todos regresen al orden a más tardar en 2012.

El origen del crecimiento del déficit radica simplemente en la necesidad de “ampliar” la intervención pública para combatir la recesión, que en un año produjo cinco millones más de desempleados en la zona.

Algo relevante para optar por la unidad “más allá de lo nacional” ocurrió en Irlanda. Un referéndum (celebrado el dos de octubre --no se olvida-- que fue el segundo que se realiza en ese país) introdujo, finalmente, la posibilidad de tener para la UE un presidente, de “tiempo completo”, fijo por dos años con posibilidad de reelegirse una vez; un vicepresidente (con funciones de política exterior); un parlamento europeo (metanacional)con competencias legislativas ampliadas, pero con menos integrantes para darle eficacia y con nuevos instrumentos para el trazo de políticas comunes. La unanimidad necesaria anteriormente, dejó su lugar a una toma decisiones por mayoría (y doble mayoría), que a su vez insta para que los debates europeos se acerquen a los que tienen lugar en los parlamentos nacionales.

El ejemplo de Irlanda. Se proteje en sus valores locales, asgurándose el futuro en la creencia de que lo que funciona para Europa, funciona para Irlanda. Votó por el Si al Tratado de Lisboa.

Lo que cierra la pinsa es un mecanismo formal. "La Carta de Derechos Fundamentales" es ahora un instrumento con jurisdicción lo mismo en las instituciones de la Unión (léase aparatos gubernamentales europeos), como en las naciones que la integran.

Versiones periodísticas destacan que Tony Blair o Felipe González podría convertirse en el presidente de este nuevo orden de gobierno. El tamaño de ambas figuras produce un choque de trenes que decidiría a quien le dan, por primera vez, la responsabilidad política de llevar adelante el proyecto social del la UE, contenido en el Tratado de Lisboa, que refrenda el deseo de la mayoría de sus ciudadanos para que su región siga siendo el lugar del mundo donde existan más libertades, más derechos y protecciones sociales, mejor democracia y calidad de vida. Qué importa entonces si el crecimiento en otras regiones es superior, cuando se pierde de vista su propósito que es el bienestar social.

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