jueves, 15 de octubre de 2009

De interés y/o utilidad pública

. . .


Mirar a lo lejos con objetividad y cierto grado de acierto parece cada vez más difícil. La complejidad arrasa, fragmenta y reduce la pericia para explicar o predecir acontecimientos. La alternativa que queda es dar prioridad a los retos de coyuntura. El presente absorbe la energía de la agenda. Lo que gobierna (a los humanos y sus instituciones) es la incertidumbre.

¿Puedes aventurarte a delinear el siguiente conflicto (en el cual seguramente serás afectado sin capacidad de maniobra directa) y/o el desenlace del que nos quita el sueño en este momento?.

El futuro es algo borroso, azaroso y con una fuerte dosis de descontrol. Entre más distante, más incierto. Cambios continuos, por pequeños que parezcan, fraguan el gran cambio que no alcanzamos a percibir, mucho menos a modelar.

Lo de hoy es una constante de sobresaltos.

Algo que podría aportar las seguridades mínimas requeridas para --por lo menos-- “recuperar” el rumbo (cambiar a fondo simplemente no está a la vista) es concebir y actuar sobre cuestiones de interés y/o utilidad pública.

Primero

el conocimiento --generarlo y difundirlo-- es de utilidad pública. Satanizar a la universidad pública es un contrasentido. Las privadas propagan también ser de utilidad pública. No siempre es así.

La reducción presupuestal, en principio no debería ser siquiera ni opción ni atribución de iniciativa de un presidente como Felipe Calderón. De concretarse será un grave error de prospectiva.

Imbricado al conocimiento van la ciencia, la crítica, la verdad, la cátedra, la competitividad, la innovación (responsable más directo del crecimiento en donde lo hay) y hasta el dominio racional de la naturaleza; ésta también, por supuesto, de utilidad pública.

Segundo

El capital natural --como califican los expertos a la biodiversidad-- es de utilidad pública.

A casi 400 años de la publicación del mensaje sideral (marzo de 1610) y de la fabricación del telescopio de galileo --ocasión que hasta el vaticano utiliza para celebrar una “honesta revisión” de su figura-- podemos evocar la trascendencia de la cosmología que legó al saber humano, la cual precipitó el derrumbe del dogma geocéntrico, para ubicar a la tierra en su verdadera posición en el universo; y quizá también, las presunciones del hombre de creerse el centro del todo.



Gracias a los cimientos del astrónomo, entendimos finalmente los límites físicos y biológicos de nuestro planeta que respecto a “otros muchos mundos” es apenas un pequeño punto azul, un punto de luz --un pixel solitario-- que de acuerdo a Carl Sagan podemos valorar y juzgar mejor gracias a las aportaciones de la ciencia y la tecnología. Lo que se conoce y se confirma es que se han excedido esos limites y que el modelo de crecimiento actual es insostenible.


Ve al clip de Carl Sagan - Pale Blue Dot, YouTube de 3:30 de duración

La transformación de la composición bioquímica de la atmosfera, el deterioro de los ecosistemas y el cambio climático aportan las evidencias más visibles.

Continúa Sagan “nuestro planeta no es más que una solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica. Y en nuestra oscuridad, en medio de esa inmensidad, no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda de algún lugar capaz de salvarnos de nosotros mismos”.

Tercero

Las aguas nacionales constituyen un recurso de utilidad pública. En México aproximadamente 80 por ciento del territorio se inserta en rangos de escasez material o proximidad a la escasez, de acuerdo a la estratificación que realiza UN Water.

Este recurso se distribuye, además de las condicionantes regionales, con el mismo abismo que separa el ingreso entre ricos y pobres.

En la zona metropolitana del DF el racionamiento alarma. El nivel de almacenamiento en muchas partes de México, prendió focos amarillos este verano.

Mientras tanto crece la presión para que este servicio, este “bien público”, se someta a la arbitraria e injusta lógica del mercado. El agua representa un negocio atractivo para grupos empresariales que, en muchos casos, ya están ahí.

Cuarto

La información es de utilidad pública. Habrás escuchado a algunos actores políticos (muy pocos) o académicos insistiendo en denunciar el “sometimiento” del estado a los apetitos y designios de poderes fácticos.

Es el caso del acceso a información. La comunicación en el espacio público y en particular el desempeño de los medios --como sucede en actividades de alta concentración monopólica-- enfrenta por un lado, la lógica ciudadana, con la lógica mercantil y los intereses políticos.

Por otro lado, puede cuestionarse la calidad de la mediación que efectúan los periodistas, la estrellización de un legión de intelectuales mediáticos, el poco rigor de la información que se expresa en el sacrificio de la profundidad para favorecer la simplificación del discurso y la baja contribución de los medios a la democracia (sería más exacto su alta mercantilización); todo esto ha hecho del acceso a la información un bien público no tan público, solamente masivo.

Por su parte, la revolución tecnológica que multiplica exponencialmente la capacidad de transmisión de información, ni ha fomentado formas más efectivas de participación social, ni ha modificado, sustancialmente, la práctica periodística como un elemento para interpelar críticamente la realidad; al contrario parece destinada a “conformar” a las audiencias.

La concesión del espacio radioeléctrico sigue siendo la “joya de la corona” que aún se disputan entre los propios concesionarios y un estado que parece haber perdido la capacidad de defender, justamente, el interés público.

Quinto

el patrimonio histórico y cultural es de utilidad pública. Las maravillas del mundo actual, todas (creo) son patrimonio público. Muchas han alcanzado dimensión incluso de “patrimonio de la humanidad”.

Lo que es de todos se comparte y se valora. El socialista español, alfonso guerra, decía --por ejemplo-- que prefería una obra de arte en El Pardo, que en la pared de su casa. Cada vez que podía apreciarla en el museo, la hacía suya. Eso es suficiente.

Las plazas, los museos, los monumentos, las calles, sobre todo las calles, son de todos. ¿por qué no pueden serlo también los mejores hospitales?

Me pregunto sobre la calle, porque ésta reviste el espacio público por excelencia. Observo que la tolerancia ante marchas y manifestaciones es siempre más honda, en la medida que se simpatiza con la causa que la engendra.

Aun así, en la profundidad de la controversia, considero que lo público puede ser de calidad. Durante mi época de secundaria, mi escuela pública era infinitamente mejor que cualquiera de las privadas del pueblo. En el país con mejores estándares educativos, prácticamente no existen escuelas privadas. Aunque sean “administradas” por grupos de particulares, reciben fondos públicos lo que cambia su naturaleza y la posibilidad de ser, de verdad, de utilidad pública.

Sexto

La energía es un recurso de utilidad pública. En este caso no sólo la riqueza de hidrocarburos que tuvimos --y que de acuerdo a algunos técnicos aún existe abundantemente en yacimientos recónditos--, sino también las alternativas que provienen de otras fuentes “son de la nación”. Es decir, tú eres dueño de un poco menos de la cienmillonésima parte de esos recursos, usando un símil que acuñó regis debray para explicar la idea de ciudadanía a su hija en “La república explicada a mi hija” (La république expliquée à ma fille).

Además del papel de detonador del desarrollo de la energía y del carácter monopólico que este sector tiene en México, no hay mucho más que decir, más allá de la terca afirmación de que se necesita reformar (ante la pequeñez de la reforma lograda en 2008) esta industria y por supuesto, este mercado.

Séptimo

De acuerdo a nuestras leyes, los partidos políticos son de utilidad e interés público. Puede ser inverosímil o discutible, pero estas organizaciones tienen una gran importancia en la vida pública.

Como un elemento de la democracia (uno de tantos), deben servir al desarrollo político, a mejorar la representatividad y a competir con una identidad ideológica, por el poder público.

Seguramente es en este punto, donde podría sostenerse la más acalorada polémica en torno a las reflexiones expuestas.

En defensa de los partidos, se puede decir que tenemos los partidos que merecemos. Y no por ello la utilidad “ideal” de éstos debe proscribir.

Que hasta ahora hayan sido una suerte de organizaciones “patrimonio” de unos cuantos dirigentes y entes traicioneras de sí mismas, es un problema originado en el pragmatismo que priva en nuestro sistema político, débil en ideas, ideologías, compromisos y causas. Todo esto inscrito en un problema que va más allá de la democracia misma, del sistema de partidos, para alcanzar a representar un problema del Estado.

En automático, el interés y la utilidad pública son las causas que los ciudadanos deben hacer propias, como sujeto individual; y públicas, como sujeto colectivo.

No hay comentarios: